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viernes, 30 de abril de 2010

Luis Cernuda

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina,
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad porque muero.

Tú justificas mi existencia:
Si no te conozco no he vivido;
Si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

Luis Cernuda
La realidad y el deseo
Los placeres prohibidos, 1931
Si el hombre pudiera decir (fragmento)

jueves, 29 de abril de 2010

Boris Vian

... Se pegó tanto a mí que se me cortó el aliento. Olía a bebé limpio. Era delgada, podía llegar a su hombro derecho con mi mano derecha. Alcé el brazo y deslicé los dedos justo por debajo de su pecho. Los otros dos nos miraron y decidieron imitarnos. Era un estribillo. Shoo Flye Pie, por Dinah Shore. La chica lo iba tarareando mientras bailaba. La camarera, al vernos bailar, había levantado la nariz de su revista, pero al poco rato volvió a sumergirse en ella.
... No llevaba nada debajo del jersey. Se notaba en seguida. Menos mal que el disco terminó, porque dos minutos más y yo habría dejado de estar presentable. Me soltó, volvió a su asiento y me miró.
... —No baila usted mal, para ser un adulto… —me dijo.

Boris Vian
"Escupiré sobre vuestra tumba"
.... 

miércoles, 28 de abril de 2010

Antonio Tabucchi

... Entonces vámonos a comer, dijo Tadeus, vamos a comer aquí abajo, en el Casimiro, oye, no puedes imaginar lo que te espera, ayer encargué para mi un serrabulho al modo de Douro, el no va más, la mujer de Casimiro es de Douro, hace el serrabulho de una forma divina, es para morirse, no sé si me explico. No sé qué es el sarrabulho, dije, pero debe de ser un plato mortífero, como todos los platos que a ti te gustan, seguramente un plato con carne de cerdo, tú adoras la carne de cerdo, hasta con este calor comes carne de cerdo, pero antes de que nos vayamos al restaurante tengo que hablar contigo, incluso he traído una botella de champagne, ahora debe de estar caliente, pero podemos poner en las copas unos cubitos de hielo, aquí lo tienes, es un Laurent-Perrier, lo he comprado en la Brasileira do Chiado.
... (…)
... El sarrabulho venía en una bandeja de barro, de esas de color marrón con flores amarillas en relieve, de estilo popular. A simple vista, tenía un aspecto repugnante. En el centro de la bandeja estaban las patatas, doradas por la grasa, y alrededor, los trozos de carne y las tripas. El conjunto estaba empapado por una salsa marrón que debía de ser de vino o de sangre cocida, no tenía la más mínima idea. Es la primera vez que como una cosa de éstas, conozco Portugal desde hace muchos años, dije, lo he recorrido de arriba abajo y nunca he tenido el suficiente valor para probar este plato, hoy va a ser el final para mí, voy a acabar intoxicado. No te arrepentirás, dijo Tadeus al servirme, come, tímido mío, y no digas burradas. Hundí el tenedor en un trozo de carne casi con los ojos cerrados y me lo llevé a la boca. Era una delicia, una comida de un sabor refinadísimo. Tadeus se dio cuenta de ello, se puso radiante y sonrió con la mirada. Es un plato magnífico, dije, tienes razón, es una de las mejores cosas que he comido en mi vida.
... (…)
... Pues bien, dijo la Mujer del Señor Casimiro, si el señor quiere hacer un buen sarrabulho tiene que preparar la carne el día anterior, corta el lomo en trozos regulares y los pone en adobo con los ajos picados, vino, sal, pimientas y comino, al día siguiente se encontrará una carnecita muy aromática, el señor coge una cacerola de barro y corta en ella el tocino entreverado, que es como se llama a la grasa de las tripas, y lo deja derretir a fuego lento, pone a sofreír los tacos de carne en la manteca de cerdo con el fuego más fuerte y después lo deja cocer muy despacio, cuando la carne esté casi cocida se riega con el adobo del día anterior y se deja evaporar, entretanto, el señor corta la tripa y el hígado y los sofríe en la manteca hasta que quede todo bien dorado, aparte rehoga la cebolla con el aceite y lo une con el cuenco de sangre cocida, después lo junta todo en la cazuela y el sarrabulho ya está preparadito, lo aliña con más comino si le apetece y lo acompaña con patatas, gachas o con arroz, aunque yo prefiero las gachas, como ya le he dicho, porque es así como se hace en mi tierra, pero no es obligatorio.
... La Mujer del Señor Casimiro suspiró por el esfuerzo que había hecho y apoyó una mano en su abundante pecho. Y ya está, dijo, a partir de ese momento el provecho es para la barriguita, ya sólo queda comérselo.

Antonio Tabucchi
"Requiem"

martes, 27 de abril de 2010

William Shakespeare

...


.. Para engañar al mundo, parécete al mundo, lleva la bienvenida en los ojos, las manos, la lengua. Parécete a la cándida flor, pero sé la serpiente que hay debajo (Lady Macbeth).

William Shakespeare
"Macbeth"

lunes, 26 de abril de 2010

Hermann Hesse

... Durante la noche, cuando dormía en la choza de paja de un barquero, junto al río, Siddharta tuvo un sueño: Govinda estaba delante de él con su vestidura amarilla de asceta. Govinda tenía un aspecto triste y con melancolía le preguntaba: «¿Por qué me has abandonado?». Entonces Siddharta abrazó a Govinda, lo tomó entre sus brazos, lo estrechó contra su pecho y lo besó... ya no era Govinda, sino una mujer, y del vestido le salía un seno turgente. Tendíase Siddharta, y bebía. La leche de ese pecho sabía dulce y fuerte. Su sabor era de mujer y de hombre, de sol y de bosque, de flor y de animal, de todas las frutas y todos los placeres; embriagaba y hacía perder el sentido.
... Cuando Siddharta despertó, el río pálido brillaba a través de la puerta de la choza, y en el bosque se oía grave y sonoro el grito sombrío de un búho.

Hermann Hesse
"Siddhartha"

domingo, 25 de abril de 2010

Marco Denevi

... Las manos le temblequeaban. Tuvo una última vacilación. Miró a la joven. Pero la joven, de pie a su lado, tenía el aire respetuoso de una criada de confianza que asiste a su patrona. Entonces la señorita Leonides no espero más, el hambre era más fuerte que la buena educación, que la vergüenza y el disimulo. Como a un dios hindú, diez brazos le brotaron a derecha y a izquierda, y con esos tentáculos ondulando todos a un tiempo cayó sobre la bandeja. Durante largo rato su conciencia desapareció. Una Leonides Arrufat astral manipuló cucharitas que se sumergían en jaleas rosáceas, en traslúcidas mermeladas, en perfumado té con leche, y que luego ascendían rabiosamente hasta su boca; maniobró con cuchillos cargados, como diminutas grúas, de dulce y de manteca; trituró tostadas que le llenaban el cráneo de ruido, medialunas tiernas como tiernos pollos deshuesados, trozos de una torta que se desleía sobre la lengua y derramaba los más sorprendentes, los más imprevistos, los más exquisitos sabores. A ratos levantaba hacia la joven unos ojos sin pensamientos, unos ojos de mica, la joven le sonreía, ella le devolvía maquinalmente la sonrisa, y seguía devorando.
... Hasta que todo el monumento quedó reducido a ruinas. Entonces la señorita Leonides se juntó otra vez con su espíritu, se recostó en la silla, dio un magistral suspiro que a mitad de camino se le metamorfoseó en un eructo, miró tímidamente a la joven, murmuró, como excusándose:
... —Delicioso. Muchas gracias.

Marco Denevi
"Ceremonia secreta"

sábado, 24 de abril de 2010

Henning Mankell

...
Cada vez que se disponía a mirarse en el espejo respiraba hondo, buscando aire. Era como si se preparase para iniciar un descenso hacia un inmenso y profundo abismo. Se figuraba que, en el espejo, se encontraría con un rostro extraño.

Henning Mankell
"Profundidades"
Editorial Tusquets

viernes, 23 de abril de 2010

Stefan Zweig

Libro:  Stefan Zweig
 "Carta de una desconocida", 1927

  Cine:  Max Ophüls
"Carta de una desconocida", 1948

Stefan Zweig

(...) Vi un montón de libros. Los colocaron en la puerta y allí el mismo criado les fue quitando el polvo uno por uno.
... Me acerqué curiosa y disimuladamente al montón, que seguía creciendo; el criado no me despachó de allí, pero tampoco me animó, y en tal situación no me atreví a tocarlos, aunque me daban ganas de pasar los dedos por las encuadernaciones de blanco cuero. Me limité a mirar tímidamente los títulos: eran libros franceses e ingleses, y algunos en no sabía qué lengua. Me hubiera quedado mirándolos horas enteras, pero me llamó mi madre.
... Toda la tarde me la pasé pensando en ti, aun sin conocerte todavía. Yo no tenía más que una docena de libros baratos, encuadernados en cartón, usados y rotos, y los quería mucho y los leía muchas veces. Y entonces me preguntaba cómo sería el hombre dueño de todos aquellos libros soberbios, que los había leído todos, que comprendía todas aquellas lenguas y que era, al mismo tiempo que rico, tan sabio. Recordando aquel montón de libros, sentía hacia su dueño una especie de respeto sobrenatural.

Stefan Zweig
"Carta de una desconocida"
Editorial Acantilado

jueves, 22 de abril de 2010

Julio Ramón Ribeyro

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La noción de individuo es una noción moderna. Que pertenece a la cultura occidental y se exacerbó después del Renacimiento. Las grandes obras de la creación humana, sean libros sagrados, poemas épicos, catedrales o ciudades, son anónimas. Lo importante no es que Leonardo haya producido La Gioconda sino que la especie haya producido a Leonardo.

Julio Ramón Ribeyro
"Prosas apátridas"
Editorial Seix-Barral

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Leonardo Da Vinci - "La Gioconda"

miércoles, 21 de abril de 2010

John Fante

La cocina. La cucina, la verdadera patria, la cálida gruta del hada buena en las entrañas de la sombría tierra de la soledad, cazos de pociones dulces al fuego, gruta de hierbas mágicas, romero, tomillo, salvia y orégano, bálsamo de loto que devolvía la cordura a los lunáticos, la paz a los afligidos, la alegría a los tristes, pequeño mundo de treinta y cinco metros cuadrados donde el altar eran los quemadores, el círculo mágico el mantel de cuadros donde comían los niños, los niños crecidos, atraídos a sus orígenes, el sabor de la leche materna flotando aún en la memoria, perfume en las fosas nasales, los ojos relampagueando, y el mundo malvado quedaba lejos porque la vieja hada madre protegía a su camada de los lobos de fuera.

John Fante
"La hermandad de la uva"
Editorial Anagrama

martes, 20 de abril de 2010

Clarice Lispector

Clarice Lispector
"La pasión según G.H."
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Imagen de la tapa
 Sir Frederic Leighton - "Flaming June" (1895)

lunes, 19 de abril de 2010

Hiromi Kawakami



Yo prefiero los días próximos al solsticio de invierno, cuando la oscuridad persigue la luz diurna y le gana la carrera.


Hiromi Kawakami
"El cielo es azul, la tierra blanca"
Editorial Acantilado